lunes, 4 de mayo de 2015

Indiferencia y prepotencia, lo más castigado por el cliente

Cada curso impartido es diferente a todos los demás, ya que cada alumno llega con su carga de dudas, de pequeños miedos, de convencimientos y necesidades. Por eso suelo decir que los Talleres de "No Valgo Para Vender" son a la carta; no más de nueve alumnos y atención personalizada a cada uno de ellos. 

 Sin embargo, pese a las benditas individualidades encargadas de resaltar nuestras diferencias, hay cosas que se mantienen inalterables, sean vendedores experimentados o jóvenes que comienzan en este siempre interesante y prometedor mundo de la Comunicación y el servicio. 

Una de las repeticiones más habituales en los talleres se da cuando en la pizarra hacemos la lista de los defectos que no soportamos a los vendedores.  Cuando pregunto:

Nunca comprarías a un vendedor que:

Sea indiferente (el primer lugar lo tiene casi, casi asegurado).

Luego llegará el prepotente, el sabihondo, el que no se explica con claridad, el que se le ve inseguro, etc., etc.

Pero el indiferente, ha conseguido por méritos propios hacerse antipático a jóvenes y menos jóvenes, a personas que se consideran compradores compulsivos y a los que miran mucho antes de comprar. A todos. 

Y es lógico. Si partimos de la base que el cliente busca nuestra atención desde el momento que entra en nuestro comercio, la primera impresión, esa primera impresión tan engañosa a veces pero que cuesta mucho sacudirse de encima, se la lleva la manera con la que el vendedor nos recibe, tanto de mirada, como de sonrisa y acercamiento. 

Si un cliente potencial entra en un establecimiento y se siente desatendido mientras que uno o dos dependientes, profesionales o vendedores,  (va unido a la actividad del negocio), pululan por allí dando mayor importancia a su charla, a sus quehaceres o a su tiempo libre, que a las necesidades del posible cliente, sólo decirles que vayan despidiéndose de volver a verlo porque un cliente mal atendido en nuestro peor mensajero y desde luego, no estará dispuesto a perdonarnos fácilmente la falta de tacto y atención sentida.

Lo hemos comentado en diversas ocasiones, la venta comienza con el saludo de bienvenida y acaba con la despedida. Lo que ocurre en medio de estas dos circunstancias entre cliente y vendedor, se llama éxito o fracaso. 

Comenzamos mes así que vamos con el nuevo objetivo. 

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