Los sueños se cumplen

 


Ya sé que es una frase manida, hecha, pero también verdadera. ¡Los sueños se cumplen! A veces tardan demasiado y la espera se hace larga. Sin embargo, cuando ese día llega, ocurre lo mismo que cuando ves a tu hijo boca abajo, con el cordón umbilical todavía colgando y oyes por primera vez su llanto. Esa emoción tan inmensa no tiene comparación con ninguna otra. Es tu realización como persona. Así me sentí cuando tomé entre mis brazos el primer ejemplar de "Mujeres de hojalata". Mi largo idilio con la escritura tenía un final feliz.

A los diez años estrené mi primera obra de teatro en el fiesta navideña del colegio Divina Pastora. La madre María Luisa eligió mi obra porque, según ella, era original, divertida y contenía un mensaje que merecía ser transmitido. Solo recuerdo que hablaba de la amistad entre un indigente y una niña y que el cariño de la pequeña salvaba del suicidio al hombre amargado. 

Desde el primer ejercicio de redacción, la escritura ha sido mi respiración espiritual. Una forma amable y sincera de encontrarme conmigo misma. Y así fue con el lápiz, al pasar al bolígrafo, con la Olivetti y el ordenador. Pasé de los ejercicios de redacción al diario, después llegaron las cartas de amor, y vuelta al diario. Nacieron mis tres hijos y olvidé el cuaderno en un rincón, pero los chiquitines crecieron demasiado deprisa y cuando quise darme cuenta, estaba de nuevo contando historias.

En mil novecientos noventa y cuatro, sin venir a cuento, mi suegro me preguntó: Oye, ¿qué es de Changarrilla? Ignoraba la existencia del tal Changarrilla pero ese nombre bien se merecía un relato. Lo escribí y gané un segundo premio, este recibimiento en el mundo de los certámenes, me sirvió de aliciente para seguir escribiendo. Y en los años siguientes fueron llegando menciones y reconocimientos hasta alcanzar cuarenta y tres premios con relatos cortos, entre ellos destaco Max Aub, el que conseguí en Bilbao con relato erótico y el de Aguilar de Campoo a Changarrilla, con placa en barro que aún conservo. A través de la escritura aprendí a expresar mis sentimientos, a convertir en reales personajes que pululaban por mi mente, a dar vida a historias que escuchaba y merecían ser leídas. 

Además de la inmensa mayoría de los relatos ganadores, tengo publicados una narración corta: "Mi hijo", basado en el gravísimo accidente de moto que sufrió el mayor, a causa del mismo aún sigue teniendo secuelas. Ganó el segundo premio en Chiva de novela corta 1999. Años después, y ligado a mi actividad comercial, nació "No valgo para vender"  (2007 Editorial Obelisco). Este libro me ha dado satisfacciones de toda índole. Comencé a impartir cursos comerciales basándome en él, ahora también en formato on line y sobre todo, he sido útil a millares de personas que estaban convencidas de que no servían para vender. Juntos cambiamos esa opinión. Al fallecer mi marido, sentí la necesidad de escribir en su memoria un cuento infantil. Así llegó "Güika, mi amiga invisible" (2009 editorial Dibidibú). Y por fin, la novela "Mujeres de hojalata" (2020 Editorial Avant). El Covid impidió cualquier tipo de promoción, después de una bonita presentación a la que acudieron ciento quince personas, y a pesar de las dificultades propias de lo vivido durante el 2020, con la pandemia como protagonista absoluta, ahí están mis mujeres de hojalata, escalando puestos de venta en Amazon, Agapea, Casa del Libro y librerías tradiciones. Un embarazo que duró cinco largos años, plagado de desilusiones, ganas de tirar la toalla, voluntad por conseguirlo, tomar notas, buscar datos, borrar para volver a empezar y la convicción de que sería una gran novela. Y lo es. Gracias a Clara Redondo por animarme a continuar y ayudarme a conseguirlo.  

Cada hijo de papel refleja un momento de mi vida marcado por la desdicha o la esperanza y siempre, con el deseo de compartir lo que gritaba mi corazón.

Por cuestiones familiares dejé los estudios de Filología Hispánica sin acabar pero seguí interesándome por todo lo relacionado con el lenguaje, la literatura y la escritura. Junto con la historia, mis asignaturas preferidas.

Cada mañana acudo a mi despacho con las mismas ganas que cuando en mil novecientos ochenta y cinco inauguramos el negocio familiar. Ahora comparto la dirección con mis tres hijos y un equipo humano formado por más de treinta personas, el mejor patrimonio de la empresa, junto a la fidelidad de los clientes.

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