lunes, 5 de enero de 2015

No Me Lo Puedo Creer



No me lo podía creer pero así fue, os lo aseguro. 

Entro en una zapatería, hay gente, dos señoritas están atendiendo pero veo a otra de pie, con la mirada perdida, detrás del mostrador.

-Señorita, por favor, ¿puede mostrarme el 38 de este modelo? le digo. 

La señorita me mira como si no fuera con ella, seria, inmutable, brazos cruzados. Con los ojos señalo el zapato elegido y me dirijo hacia la estantería, ella se lo toma con calma, llega, coge el zapato, mira la suela y

-No creo que tengamos el 38 de este modelo, responde. y ahora viene lo más grande. añade:

a mí este zapato no me gusta, no sienta bien, además, con el tiempo pierde color.

Hasta ahí aún podría quedarme la duda de que la dependienta fuera extremadamente meticulosa con su conciencia y no quisiera darme gato por liebre, por eso me quedé mirándola, esperando que me diera otras alternativas, que me dijera un par de modelos de su gusto y apropiados para mí.

Pues no, lo único que hizo este personaje fue mirar hacia la calle, cruzarse nuevamente de brazos y esperar a que yo me calzara para volver a colocarse detrás del mostrador. 

¿Sabrá su jefe la joya de empleada que tiene? ¿se sentirá satisfecha esta mujer cuando termine su jornada de trabajo? No me importa saber si la pagan bien o mal, si está a disgusto o si ese día era el fatídico para dirigirse a ella. Creo que su comportamiento no merece excusa y debería pensar en buscarse un trabajo solitario, en su casa, donde la cara, la expresión corporal y la palabra, carecieran de importancia.  A mí y a la amiga que me acompañaba, nos dejó heladas. Por supuesto mi amiga ni se probó. ¡estaba la calle repleta de zapaterías! ¿cuánto durará esa dependiente en aquel local? me gustaría saberlo.

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